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EL CAIRO Y ALEJANDRÍA

Mi amiga Montse que tiene a su hijo, Marçal, en El Cairo quería que fuéramos a verlo antes de que se acabara el curso y él volviese. Prácticamente habíamos descartado este viaje porque los días de estancia iban a ser pocos puesto que tanto ella como yo tenemos  una agenda bastante repleta y el precio del avión era desorbitado; pero lo que son las cosas, hace escasamente un mes, me llega por internet una oferta que volando con Iberia vía directa el precio se reducía de manera considerable. Recuerdo que era domingo y ya pasadas las 10 de la noche; no lo dudé un instante y llamé a mi amiga, le conté lo que había y decidimos hacer la reserva  al momento.

Y llegó el sábado 24 de este mes que hoy acaba y con nuestros equipajes nos presentamos en El Prat: recogida del pasaje, facturación y espera, no muy larga, a que saliera el vuelo. Berinche monumental me cojo cuando veo que después de pedir pasillo, no han hecho ni caso y me toca asiento central entre otros dos. Además el avión era superestrecho y me empezó a entrar un agobio increíble, así que le dije a la azafata que era claustrofóbica y que a ver si me podía cambiar el sitio. La señora que tenía a mi izquierda y que tenía el asiento de pasillo, muy amable se canvia al otro lado que estaba vacío y me deja el sitio.

El tiempo pasó rápido porque entre la lectura del periódico y la cena que nos dieron no nos habíamos dado cuenta y ya estábamos aterrizando en esa inmensa ciudad que es El Cairo. Papeleo, cambio de moneda y todas esas cosas que hay que hacer antes de llegar a la recogida de equipajes. Una vez recogidos salimos, Marçal y Jessica nos estaban esperando con un taxi  y allí empezaron mis asombros. Eran las 10'30 de la noche.

Todo me parecía más o menos normal hasta que nos fuimos acercando a la ciudad. mi pimer asombro fue ver que no había semáforos,  y que carriles había tantos como coches cupieran en la calzada metidos con calzador, que los coches van continuamente tocando la bocina pidiendo paso porque allí no para nadie.  Empiezan mis sobresaltos cuando veo que la gente cruza por donde quiere y donde puede, jugándose el pellejo, que el autobús no para, sólo ralentiza y la gente sube y baja en marcha; pero para mi asombro allí nadie se molesta, nadie chilla y cada cual se espabila por su cuenta.

Los taxis no sé de qué año deben ser, pero funcionan aunque parece que se vayan a caer a pedazos; los autobuses tampoco son de última generación y los taxis colectivos, aparte de ir a rebosar, son de lo más variopinto que va desde viejo, viejísimo a bastante moderno. Todo esto es mi primera impresión de lo primero que hago en esta ciudad y como veo que a pesar del caos circulatorio no hay accidentes ni choca nadie pienso que debe ser que slo conductores de El Cairo, y sobre todo los taxistas, son los mejores conductores del mundo.

Después de casi una hora de viaje, llegamos al hotel que Marçal ya nos había reservado y que estaba dos minutos de su casa. La zona dice que es de lo mejorcito "Garden City" donde están las embajadas y en el centro de la ciudad. Estamos al lado de la embajada de Arabia Saudita, pero de la que se quemó y está como cuando ocurrió sólo que está tan vigilada como si estuviera allí el rey correspondiente (debe ser que vigilan el jardín inmenso, pensé) En la esquina de enfrente está la embajada nueva, también con sus correspondientes vigilantes, metralleta en mano y caseta de guardia. Pienso para mis adentros que seguras sí que vamos a estar con tanta policía y con estos pensamientos entramos en el hotel de nombre rimbombante, New Garden Palace, aceptable pero sin grandes lujos; decoración de entrada en azul y con aires palaciegos.

Primer problema. La persona que apuntó la reserva no está en ese momento y nadie sabe nada porque en la libretita que tienen para anotar las entradas no figuramos. ¡Ay! se me encoge el corazón, ¡bien empezamos! Suerte que Jessica habla bien árabe y Marçal también se defiende, así que conseguimos que nos den una habitación que, dice Marçal, nada tiene que ver con la que él apalabró; pero como en algún sitio hay que dormir aceptamos la "habitación" de precio reducido (imaginarse cómo era, aunque, eso sí, tenía de todo: dos camas, baño completo, televisión y aire acondicionado, pero la limpieza...) y nos aseguran que a la mañana siguiente tendremos una buena cámara. Así que nos fuimos a dormir y quedamos para el día siguiente con Marçal y Jessica para ir a las Pirámides.

Así que... ¡hasta mañana!

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