CUMPLIR UN SUEÑO: VER LAS PIRÁMIDES
Con el cansancio del viaje, dormí perfectamente, claro que eso no es nuevo en mí porque duermo siempre como un tronco. Sólo me desperté a las 6 de la mañana cuando el imán de turno inició el rezo. Otra novedad para contar. Resulta que para que todo el mundo sepa cuándo toca rezar, en las mezquitas hay unos extraordinarios equipos de megafonía, exteriores, que en el silencio, relativo, de la noche, ya se pueden imaginar cómo se oyen los rezos. Pero una vez comprendí lo que pasaba seguí durmiendo tan ricamente hasta las 9 ya que habíamos quedado a las 10.
Me duché con las zapatillas puestas para no tocar el suelo de la bañera; desayunamos y preguntamos en recepción si ya teníamos la nueva habitación. Nos dijeron que sí y fuimos a verla. ¡Aquello era otra cosa! Limpia, ordenada, grande y con el baño de nueva factura.
Nos vinieron a buscar y en un taxi fuimos a Giza, que antes era una ciudad y ahora es un barrio más de El Cairo. Gente por todos los lados, turistas del país y extranjeros a mogollón.
Una de las ilusiones de mi vida se estaba cumpliendo: ver las Pirámides. Me impactó el momento en el que vi el conjunto:las Pirámides allá a lo lejos y mucho más cerca la Esfinge. Empezamos a caminar (hay un buen paseo) para ir, poco a poco, acercándonos e ir viendo cómo el tamaño de las construcciones se va haciendo cada vez más grande. La Esfinge la están restaurando, pero se ve perfectamente.
Me llama la atención ver policía montada en camellos y caballos controlando que no se comentan esas barbaridades que desgraciadamente se suelen cometer en las edificaciones (escribir el nombre, pintar corazoncitos, arrancar un trocito, etc).
Superada la Esfinge a mi derecha la pirámide de Kefrén, la segunda en tamaño. Uno puede acercarse hasta la base y tocarla, cosa que yo no esperaba porque suponía que tendrían alguna valla alrededor; pues no, acceso libre al exterior y pagando si quieres entrar dentro. Nosotros optamos por no entrar y menos yo con la claustrofobia.
Seguimos caminando y llegamos a la gran Pirámide, la de Keops, inmensa y dominando la zona de la meseta desértica. Tocarla me causa una extraña sensación. ¡Estoy tocando la historia de hace 5.000 años! Los misterios que encierran estos monumentos no creo que nunca se lleguen a descifrar. Lo que sí es cierto es que en ese lugar se respira un aire diferente. Estamos mucho rato allí respirando aquel aire cargado de energías; hacemos fotos continuamente de todo lo que vamos viendo, miramos a los camelleros que invitan constantemente a dar un paseo, a los camellos que descansan a los pies de la pirámide;a la policía que se pasea, éstos caminando para que no la más leve piedra se coja.
Decidimos seguir con nuestro paseo y acercarnos a la pirámide de Mikerinos, la más pequeña de las tres, pero también inmensa y más adentrada en el desierto.
Mi sorpresa es ver que las fotos que estamos acostumbrados a ver de las Pirámides no responden a la realidad sino que están tomadas de forma que parezca que están mucho más cerca unas de otras. Allá en la lejanía se vislumbra Sakkara con su pirámide escalonada. Lo podemos vislumbrar porque hemos tenido suerte y el día está despejado y el viento que sopla no viene del desierto. Un camellero nos pide que le hagamos una foto sin que le demos propina; se la hago y me regala un escarabajo pequeñito azul (very tipical), pero me hace ilusión.
Son las tres de la tarde, hay que ir a comer y antes desandar todo lo andado. Voy feliz.
Marçal y Jessica nos dicen que nos van a llevar a comer a un restaurante en un barco a la orilla del Nilo...(continuará)
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