CARGANDO LAS PILAS

No estoy en mi ordenador. Estoy en el de mi hijo; aquí en el Valle de Echo, en una casa muy acogedora, he venido a pasar el fin de semana. El viaje fue de lo mejorcito porque no encontré camiones. Paré en Ayerbe a comprar tortitas, pan y buñuelos, hice fotos y seguí hacia Riglos con nueva parada, más fotos: de los Mallos y del río que bajaba a rebosar.
Y llegada la pantano de la Peña donde los recuerdos de los muchísimos buenos ratos vividos hacen que siempre caiga más de una lágrima. Siempre aparece la figura del tío Gil y la del tío Alberto y la imagen del refugio destrozado por el abandono y el paso del tiempo me duele. Ayer, cuando hacía las fotos del pantano me decía "por aquí no ha pasado el tiempo" porque sigue igual que cuando hace 50 años, lo vi por primera vez. Está ahí, quieto, intemporal, ajeno a lo que pasa en el resto del mundo; pero al girarme y ver el refugio de Montañeros de Aragón como un fantasma abandonado a su suerte, la suerte del olvido y la desidia, me tuve que decir:"sí, el tiempo sí ha pasado"; y seguí mi camino con las lágrimas cayendo silenciosa y pausadamente.
Miraba el paisaje tantas veces visto, ahora vestido de otoño.¡Qué gamas de colores! ¡qué belleza! y me imaginaba pintando todo esto que me llenaba las pupilas. Me acordaba de mi hermana que lo pintaría maravillosamente. Si yo supiera pintar...pensé, y tal vez alguien me leyó el pensameinto y me puso en la mente un breve poema que para no olvidar lo iba repitiendo hasta que en la ermita de Santa Bárbara me pude parar a escribirlo.
Verdes, ocres y marrones
han llenado mis ojos.
Se han mezclado con lágrimas
de recuerdos y emociones.
Si supiera pintar,
si supiera...
Hago fotos. Veo nieve en las montañas, poca, pero es la primera nieve de este otoño. Enfilo Puente la Reina camino de Echo, tengo ganas de llegar, de ver a mi hijo, de estrenar su casa y él baja al encuentro para guiarme. Llegamos, bajamos los bultos, subimos y admiro las habitaciones. ¡Qué gusto de cocina! ¡qué baño más bonito! ¡qué vista! ¡qué pequeño jardín, pero qué lindo! el estudio, mi cuarto, el suyo, el salón..., todo tiene un aire acogedor y diferente.
Después de un descansito nos vamos a comprar a Jaca que está bien animada. compramos lo necesario y lo que no; pero ése es el encanto. De vez en cuando hay que comprar lo innecesario pero que apetece. Está claro que no cenamos porque no paramos de picotear de todo lo que habíamos comprado. Charlamos, nos reimos viendo las televisiones por el ordanata y ¡a dormir!
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